Hemos tenido una experiencia extraordinaria. Nos ha cambiado la vida. Hay un antes y un después. Nos ha hecho ver el mundo de un modo que nunca habíamos intuído antes. Nos ha hecho ver las mismas cosas que ya intuíamos, pero más vivas, más creíbles, más de verdad. Ahora nos creemos lo cotidiano. Vale la pena vivir, nos decimos. Pero no de cualquier manera. A partir de ahora todo va a ser intensidad, sentido, meta presente y meta futuro. De nuestra experiencia extraordinaria hemos salido vencedores, reforzados. Sin embargo, la ingenuidad dura poco. O nada. Segundos. Nos acordamos de los vencidos. De los desafortunados. De los heridos que aún se están recuperando, de los muertos. Nuestra alegría de ser los supervivientes no oculta su lado cruel. El azar nos ha hecho supervivientes. Nada más. Sentirse afortundado y agradecido por lo que se tiene; porque los otros no tienen. Sentirse contento por estar vivo; porque los otros han muerto. Quizás la fuerza interior no nos viene por haber sobrevivido, sino por haber sobrevivido esta vez. Por lo que también compartimos con los vencidos. Porque sabemos que un día también nosotros seremos ellos. Humanidad compartida. Solidaridad. Esto es lo que tenemos.
La pena es que el recuerdo se nubla. La intensidad decrece. Los colores de los paisajes y rostros adquieren la unidimensionalidad de las fotografías. Lo cotidiano ya no es extraordinario. Nuestra aventura es un dato. Una historia que contar. El sentimiento se ha ido. Nos volvemos a enfadar porque alguien se nos ha colado en el supermercado. Nos volvemos a estresar porque no hay nunca suficiente tiempo. Volvemos a vivir corriendo. A sobrevivir corriendo. Sin el agradecimiento de cada segundo, sin la importancia de cada gesto de alguien a quien queremos. Como aquel que dice, sin inmutarnos pero paradójicamente angustiados. Como diría Benedetti, "nos pensamos sin sangre; nos dormimos sin sueño; nos salvamos"; Quizás el olvido es eso. Un intento suicida de salvarse. Un fracaso.
Mi deseo de hoy: Una vez más, no quiero salvarme. Que nuestra experiencia extraordinaria nunca nos deje.